miércoles, 8 de octubre de 2014

Abierto por Vacaciones. Cerrado por Trabajo

Aunque suene contradictorio, ya que el verano es la época de encontrarnos el cartelito de "cerrado por vacaciones" en cientos de empresas, el cartel que me ha perseguido desde mi infancia hasta hoy día, es el de "Abierto por Vacaciones".


Mis padres se han dedicado toda la vida al negocio de la hostelería. En la actualidad, la parte de restauración es la que menos está con nosotros, pero antes de venir yo a este mundo, mis padres ya estaban cocinando platos regionales y dando de comer a murcianos, madrileños, albaceteños, a la par que extranjeros, en aquella isla en la que mi hermana y yo pasamos 20 veranos (ella alguno más que yo). Está claro que la hostelería te tiene que gustar, para dedicar tu vida a ella, porque creo que es uno de los trabajos menos gratificante que existe. En nuestro caso, no tuvimos opción de escoger, era lo que había y sabíamos que el dinero no cae del cielo (a menos que te dediques a la política en este país, que del cielo no cae, sino mejor aún, lo tienes más a mano), y como cualquier españolito de a pie, el dinero teníamos (y aún tenemos) que ganarlo... Por lo que a veces, puede no gustarte un trabajo, pero lo haces, porque de algo se tiene que vivir, y bueno, para qué engañarnos, si te rodeas de compañeros con los cuáles te ríes, todo es más fácil. La cantidad de anécdotas que tengo con todos los camareros y cocineras que pasaron por allí cada verano, esas, no me las quita nadie.

Dejando a un lado que me gustara, más o menos, aquel negocio, reconozco que teníamos la suerte, que aquel era algo peculiar por su ubicación, pero no deja a un lado, que mi hermana y yo, en el momento que la gran mayoría de nuestras amigas terminaban el cole, el instituto o la universidad y se iban de vacaciones, era cuando nosotras desaparecíamos y nos tocaba trabajar. Pues sí, cada verano, Semana Santa o puente, los cuatro miembros de mi familia currábamos en aquella Isla. Sinceramente, hoy miro mis manos, y no tengo manos precisamente de "señorita". Se nota que han limpiado mesas y sillas en pleno invierno y se han cuarteado por el frío, hombros algo más grandes de lo que deberían ser, ya que fueron moldeados por montar y desmontar el comedor (es lo que tiene que tus padres tuvieran un chiringuito en un sitio de playa).... Que quede entre nosotros, pero me gustan mis manos, me gustan mis hombros y me gustan todas aquellas historias que viví en aquella isla. Hoy soy como soy, porque esa isla, que hoy está algo perdida, es parte de mi vida.



No sólo nuestro negocio abría en vacaciones, sino que mi pueblo también lo hacía... y lo sigue haciendo. Es lo que tiene vivir en un sitio de playa: durante tres estaciones todo está en calma y cuándo llega el verano... ¡BOOM! Es igual que el boom primaveral, pero nuestro pueblo no se llena sólo de flores e insectos, sino de veraneantes y chicharras. Mi pueblo se transforma: ya no tienes sitio para aparcar, hay coches y más coches, gente en la playa a más no poder, pero también, hay vida. Vida que cuándo se acerca el final del verano, se vuelve a su casa, y mi pueblo, vuelve a estar en calma... Calma que la gente de allí, echamos de menos de menos esos tres meses... para luego echar de menos durante tres estaciones (sí, somos un mar de contradicciones) a aquellos veraneantes. Así que mi pueblo vuelve a colgar el cartel de "Cerrado por Trabajo", ya que todo el mundo ha regresado a su vida y a su trabajo.


Pero no nos engañemos, ya que en el momento que los veraneantes cierran sus segundas residencias, llenan sus coches y desaparecen, los del pueblo volvemos a las playas, a bañarnos en nuestro Mar Menor y disfrutamos del último rayito de sol, antes que el frío llegue y no apetezca bañarse.
  
Verano, esa época en la que conoces gente, personas que seguramente no volverás a ver en tu vida, aunque claro está, las cosas han cambiado, pero los amores de verano, siguen y seguirán existiendo. Antes, cuando ligabas con uno de "Madrid" (sin ánimo de ofender, pero es que siempre han sido la gran mayoría de veraneantes de mi pueblo, y en un momento dado, para qué negarlo, yo me enamoré de un madrileño y viví en Madrid, así que feliz de que vengan, y sigan viniendo, tanto de allí, como de cualquier sitio... Ah, bueno, también me enamoré de un manchego, pero esa, es otra historia, pero cómo podéis ver, siempre me ha encantado que mi pueblo esté abierto por vacaciones, ya que me ha dado la posibilidad de conocer personas, que nunca habría conocido), pues eso, cuando ligabas con uno de Madrid, o de otro lugar de España, os intercambiabais los teléfonos fijos y la direcciones de casa. Así que optabas por comunicarte con él principalmente por carta, ya que llamar a su casa, o que él te llamara a ti, implicaba que te cogiera el teléfono cualquier familiar y ya había cachondeo para rato. Y en esas cartas, contábamos nuestras vidas. Sinceramente, la era digital en la que vivimos nos ha ayudado a comunicarnos con cualquier persona de cualquier lugar, pero si lo piensas, el hecho de sentarte y escribir una carta, de puño y letra, era algo precioso... Con el tiempo, las cartas empezaban a dejar de llegar, y tú, ya no escribías, porque se iba apagando la chispa... Y llegaba el próximo verano...
Vista aérea del Mar Menor
Mar Menor

Amigos, espero que la estacionalidad en mi pueblo, como en cualquier sitio costero o rural de nuestro maravilloso país, vuelva a romperse y que cientos de negocios de hostelería sigan abriendo y dando trabajo a cientos de familias, y vuelvan a colgar el cartel de "Abierto por Trabajo".