domingo, 15 de junio de 2014

The Big Fish

Cuándo vi esta película, no sabía de qué iba. Estaba viviendo en Barcelona y una amiga me dijo: vente, vamos a verla, que lo mismo la proyectamos en el cine de verano en Badalona. Así que me fui. Vaya dos. Acabamos llorando como dos magdalenas. Y en ese momento, Big Fish pasó a ser una de mis películas favoritas. Si aún no la has visto, te recomiendo que no pases un día más sin verla. 

Tengo muchas pelis en mi cajita de recuerdos, que me han marcado. Pero… ¿por qué se me viene a la mente ésta en concreto? Imagino, porque mañana cumplirías 71 años, y porque, enlazando ideas, pescar, era tu forma de vida. Familia de pescadores, hasta que llegaron las niñas, y acabó la historia de generación en generación... Eso, nunca te importó. Sólo querías darnos todo aquello que tú no pudiste tener. Felicidades, papá, lo conseguiste, junto con mamá, con creces.

La historia de esta película, a estas alturas, ya la conocemos todos, pero en resumen, es la relación "algo complicada", entre un hijo y su padre. Un padre que cuenta la historia de su vida como un cuento hecho realidad y un hijo, que no lo cree... Cuando la vi por primera vez, te vi en ella. Tú, en tu día a día, no narrabas grandes historias. Tú, las vivías. Te vi como el protagonista, yendo a pescar el gran pez de tu vida, sin darte cuenta, que se estaba escurriendo la tuya entre los dedos… Como el protagonista de esta película, sé que tuviste una gran vida. Muchas historias por contar, y aunque ya no estás para contarlas, no te preocupes, tenemos a mamá que las cuenta perfectamente. Ya la conoces.


Me faltaron besos por darte. Y decirte más veces “te quiero”. No tengo duda que lo sabías, pero a mí me quedó un mal sabor de boca, durante años, el hecho de enfadarme contigo, me enfadé tanto, porque vi, que el final estaba ahí y no había vuelta atrás. De todo se aprende en esta vida. Aprendí en el momento que nos dejaste, a decir lo que siento, porque mañana no sabemos qué pasará. Para lo bueno, como para lo malo, vivo todo mucho más intensamente desde entonces.

Te fuiste demasiado pronto. Hace 15 años, un 5 de noviembre. Vi cómo soltabas tu último aliento. Corrí a tu lado, pensando que despertabas, y sólo fue el aliento que necesitabas exhalar para descansar finalmente.

No sé si habrá algo después de la muerte. Lo que sí sé, es que las personas que se van de nuestro lado, siguen vivas, mientas alguien las recuerde, mientras piensen en ellas. Y tú, sigues vivo en nuestro día a día.

Me acuerdo cuando mamá nos contó que salvaste a dos personas del pozo séptico de la depuradora del pueblo… La tercera, por desagracia, no pudiste. Pues bien, cuando nos enteramos de esta historia, en uno de los dos canales, que había por aquel entonces, había en ese momento un programa presentado por Jesús Puente (no me acuerdo del nombre del programa) y giraba en torno a personas que habían hecho actos heroicos y su familia o amigos, se lo reconocían en este programa. Mi hermana y yo te dijimos: “papá, escribimos al programa, vas y cuentas tu historia”. Y nos dijiste: “yo lo hice, no por recibir nada, lo hice como algo que haría cualquier persona, la pena, es que no pude salvarlos a todos”. Claro está, después de ésto, no escribimos al programa, pero para nosotras, en ese momento, nos dimos cuenta que vivíamos con un héroe anónimo para el mundo, pero con nombre y apellidos para nosotras. Tú.

Te recuerdo riéndote. Te recuerdo bailando con mamá en bodas, sobre todo, haciendo ese paso tipo twist, que la hermana y yo nos reímos cuando nos acordamos. Lo mejor, es ver a mi cuñado bailando… Dicen que buscamos a veces lo que hemos tenido en casa en las personas que están ahí fuera para compartir nuestras vidas. El día que vimos a mi cuñado bailar, no podíamos parar de reír. Mi hermana decía: “si lo busco igual, no lo encuentro”. El mismo paso que hacías tú, qué casualidad, ¿no? Pero una casualidad graciosa, a la par de bonita.


Y bueno, todos tenemos alguna que otra debilidad. Tú, tenías muchas. Pero tenías dos grandes pasiones para escuchar en el coche: El fútbol y El Fary. ¿Cuántas cintas de casette tenías en el coche o en la furgoneta de este hombre? Te encantaba este tipo de música. Lo mejor, era la lata que te dábamos los domingos, cuándo volvíamos de casa de los titos, y nos ponías Carrusel Deportivo... Desde entonces, digo, y lo mantengo, que cuándo me ponen fútbol en un coche, me mareo, jajaja. Vaya peleas teníamos. 

¿Sabes qué? Creo que te tirarías de los pelos (seguro que te seguirían quedando, aún con tus entradas, tenías una buena melena canosa), al ver que seguirías sin tener nietos a los que mimar. Esto es lo que peor llevarías. Mamá, no quiere nada más que vernos reír y tenernos cerca y saber que estamos bien. Pero tú, ya chocheabas el último año, con adoptar un niño… Evidentemente, mamá tuvo cabeza y dijo: “no, que contigo y con las crías, ya tengo bastante”, jajaja. Pobre. Ya lo decías: “dos hijas y una madre, la perdición del padre”.

Estos años han pasado tantas cosas, que podría escribir varios libros contándote todo lo que hemos vivido. Pero estate tranquilo, tus tres chicas están bien.
Tus 3 chicas
Para mí, sigues riéndote y bailando, contando chistes, siendo tú. Cabezota, pero con un corazón enorme... Así te recuerdo y así sigues viviendo en mi mente y en mi corazón. Gracias por todas las lecciones que nos diste. Que me diste. Te quiero y te echo de menos.

domingo, 1 de junio de 2014

Se arrancan solas

En menos de 24 horas, tendré un año más… o un año menos, según quiera verse. Yo, me quedo con un poco de las dos opciones, aunque mi balanza se decanta más, dependiendo del momento, con una más que otra, pero habitualmente, están bastante igualadas, ya que la primera es la opción que se llena de recuerdos y experiencias de nuestras vidas, que hacen que seamos las personas que somos en el presente; pero la segunda opción, es la que nos recuerda, que no somos eternos y que la vida pasa y es un año menos para hacer aquello que deseamos, por lo que toca ponerse las pilas y no dormirse en los laureles, porque el final, es para todos, el mismo, por lo que me he dispuesto a llevarme (el día que me vaya, que no tengo ninguna prisa en irme), mi mochila repleta de grandes y pequeños momentos.


Mañana cumplo 36 primaveras... ¡WOW! Y realmente, tengo ganas de cumplirlas. Mis 35 años han sido la cúspide perfecta de una mala racha de varios años (bueno, mala racha, no... más bien sería, una parte de mi vida que tenía que vivir, para aclararme con lo que quiero y no quiero en mi viaje). Es por ello, que me apetecen los 36, porque termino los 35 con un trabajo que me gusta, en mi tierra, al lado de mi familia, con nuevas experiencias, nuevas primeras veces, nuevos amigos, nuevos deseos, diferentes ganas, nuevos pensamientos, enterrando miedos, descubriendo nuevas formas de ver la vida, simplificando problemas, riéndome de lo que antes me hacía llorar... y por supuesto, con nuevos sueños... ¿Cómo no voy a tener ganas de cumplir 36 años? Eso sí, no haré una gran fiesta como otros años, ya que este año, me he propuesto celebrarlo cada día, así que prefiero entrar en este edad, sin hacer mucho ruido al principio, para ir subiendo cada día más el volumen, durante los 365 días que están por venir. ¡Va a ser una gran fiesta!

¿En qué se parece mi vida actual de aquella que creía que tendría con 36 años? Sinceramente, podría decir que en nada, pero realmente, creo que 36 años era algo tan lejano (pero muy, pero que muy lejano), que no pensaba en esta edad, ya que era algo que no podía ni imaginar... Sí que es verdad, que me veía casada y con un par de peques a mi alrededor, viviendo en otro lugar, lejos de lo que tengo ahora... Sinceramente, aún sigo queriendo ser madre, pero puedo decir que la vida me ha dado mucho más en miles de aspectos, de lo que alguna vez he deseado, de hecho, ya os digo, que mi realidad ha superado con creces, aquello que estaba en mi imaginación.

En estos años se han ido personas fundamentales en mi existencia, pero sólo puedo deciros lo siguiente: ¡¡qué fortuna tan acojonante ha sido tenerlos en mi vida, hasta su último aliento!!... Mi corazón se ha estirado tanto algunas veces, que pensaba que la goma no volvería a su origen... y realmente, no lo hizo. Aprendió a no estirarse tanto, para recuperarse antes. 

Según la astrología, (que no astronomía, como solía confundirme de pequeña), los nacidos en estos días, somos Géminis (para mí, el Caballero del Zodiaco más guapo que había de los 12 guerreros, jajaja) . No sé, de pequeñaja, me encantaba todo sobre este tema, e incluso creía que describía en parte mi personalidad, de hecho, me buscaba parecidos con los "Géminis" que se cruzaban en mi vida, y claro, el que quiere ver similitudes, las ve..., y si no, se las inventa. Me veía con mi “doble personalidad”. Con el tiempo, me he dado cuenta, que eso es una enfermedad, que por suerte no tengo, y que las personas, dependiendo del momento o de la gente que se rodea, puede ser de una manera y otra… Vamos, que todos tenemos, una cara u otra, y la sacamos cuándo nos apetece o, cuando no nos queda otra.


Tuve la fortuna de crecer y formarme en una gran familia. No hablo de la familia que “te viene dada” (que también la quiero mucho), hablo de la familia que tuve por vivir donde viví (y vivo), por criarme y crecer en una calle llena de “vecinos”, pero vecinos de los de antes. Esos vecinos, que 36 años después, siguen estando en mi día a día, y han estado en innumerables momentos de mi vida. Tengo tantas anécdotas con ellos, que el cariño que siento por todos ellos, hacen que los considere como mi familia.

Creo que si le preguntas a alguno de ellos, de un momento de mi vida que compartieran conmigo, puede que te cuenten el siguiente… Tendría unos 7 años (más o menos), y estábamos de barbacoa en nuestro campo, y bueno, eran otros tiempos, no había tantos coches y todo era mucho más tranquilo. Y nuestros padres se quedaron hablando de sus cosas y los críos (éramos unos diez chiquillos, entre 6 y 11 años), cogimos las bicicletas y no tuvimos otra idea que ir a coger zanahorias al campo de al lado. No sé si alguna vez habéis cogido zanahorias, sólo os digo, que son difíciles de sacar de la tierra, y si no sabes cogerlas, haces una faena al agricultor, ya que rompes el tallo y dejas dentro de la tierra la zanahoria. Pues bien, imaginaros a un montón de críos, intentado sacar zanahorias. Algunas las sacamos, otras, hicimos la gran faena de dejarlas dentro de la tierra… Pues cuando ya nos estábamos yendo, aparece el dueño del terreno, mira las zanahorias que teníamos en los cestos de las bicis y nos dice, que qué estábamos haciendo. Que era una faena que dejáramos las zanahorias enterradas sin tallo, porque después era muy difícil encontrarlas y sacarlas, por lo que se pudrían dentro. Pues aquí, esta lumbreras que escribe, le dijo a ese señor, “pero si nosotros no hemos sido, si las zanahorias, se arrancan solas”. Todos me miraron, el señor me miró, no dijo nada (creo que ni a mi padre, que lo conocía perfectamente, le dijo nada, porque pensó, “para qué le voy a decir algo a Javier, si ya tiene bastante con la hija que tiene”)… En fin, la coletilla “se arrancan solas”, me ha acompañado desde ese día, ¿y sabéis qué? Siempre que la oigo, me saca una sonrisa.

Así tengo unos cuantos momentos más en mi vida… A veces, la boca me iba más rápida que la cabeza, y decía lo primero que se me venía a esta bocaza, y cuando me escuchaba, pensaba, “tierra, trágame”: Quería ser un avestruz, para meter la cabeza debajo de la tierra y no ver a nadie.


Es verdad, así he sido, y así sigo siendo. He tenido miedo a monstruos que no han existido nunca, pero aprendí con 15 años a no tener miedo de decir lo que pienso o siento. Prefiero decir “te quiero” a una persona que, aunque no sienta lo mismo por mí, a callarme y no decirlo. El no, ya lo tenemos. Y a veces, la vida te da sorpresas, y qué bonitas sorpresas, cuando dices lo que sientes o piensas, y la otra persona, simplemente, te sonríe.

¿Sabéis? Aunque estemos entrenados cultural y socialmente para alcanzar unos objetivos y seguir unas normas, como terminar el colegio (con buenas notas, a ser posible), el instituto, la universidad, conseguir un buen trabajo, no decir aquello que te molesta en voz alta, conocer a la persona adecuada, comprar una casa grande, no decir “me gustas”, perder esos kilos que no deberían estar ahí… La vida, está hecha de momentos…pero, ¿con cuáles te quieres quedar tú en tu día a día? ¿Con esos que vienen impuestos por tu entorno, o con los que tú deseas realmente?

Mi regalo de cumpleaños para ti, es que espero que tu vida esté llena de momentos que te “arranquen sonrisas” y que te enamores de la vida, no sólo de las personas, que está muy bien, sino que también te enamores de una sonrisa, de una mirada, de un sabor, de un juego (sexual, a ser posible, que son más divertidos), de un abrazo chillón, del beso de buenos días y buenas noches de tu pareja de baile, de la lluvia en la cara, del sol en tu piel, de esa conexión con un desconocido que te cruzas por la calle, de la mano de un amigo, de las charlas interminables con esa amiga, de un grupo de amigos, de los consejos de tu hermana, de la complicidad con tu hermano, de un beso robado, del olor de tu madre, de la risa de tu padre, de tu familia, de tus vecinos (y amigos, y a la vez, tu familia), de un libro, de una historia inventada, de una poesía, de una frase que haga girar tu mundo... Enamórate, pero no para que se te vaya la vida detrás de alguien, sino, enamórate de esos momentos llenos de belleza y de las cosas que te arrancan sonrisas. Si eres capaz de encadenar un montón de estos momentos, tendrás un día increíble. Pero si eres capaz de hacerlo cada día, tendrás, una vida increíble.